Neguri desembarca en Madrid
Extracto de La Silueta de Madrid, próxima publicación (2ª version 2015)
La oligarquía
financiera vasca desembarca en Madrid: La Gran
Via, el Titanic y el Metro.
Pero vamos a ver cómo para la apropiación de la ciudad se unen tradición y especulación para realizar grandes transformaciones urbanas. Es el caso
de la apertura de la Gran Vía (1899), la construcción del metro y la
urbanización Reina Victoria, importantes obras que modificarán la estructura morfológica y social de Madrid a
comienzos del siglo XX.
La Gran Vía se traza sobre el antiguo tejido urbano de la
ciudad, con proyecto realizado desde el Ayuntamiento por los arquitectos J. L. Salaberry (en 1889 se presenta el
proyecto)[i]
y Octavio Palacios cuya finalidad, entre otros objetivos, era el enlace de
las estaciones ferroviarias y el
saneamiento del centro de la ciudad. En realidad fue, sobre todo, una operación
de especulación urbana de gran envergadura. Y como decimos en otro lugar, el
trazado de la Gran Vía, fue una gran operación especulativa, escenografiada con fachadas de melancolías regionalistas y que abrió en “canal” el tejido tradicional
madrileño
Los nuevos edificios que se van construyendo irrumpen con fuerza sobre la silueta de Madrid.
Se exhibirán estilos regionales en cuya coronación se alzan alegorías y
casticismos representativos de un momento de recuperación de símbolos que
equilibren la frustración de la reciente pérdida de las colonias. Parece
tratarse de enarbolar un estilo arquitectónico de una virtual exaltación
nacional. Pero la exaltación de estilos
no puede ocultar la desmesura del volumen de las construcciones, la amplitud de
las expropiaciones, la expulsión de los residentes y la transformación del tejido
de la ciudad tradicional. Bajo el casticismo se encuentra una apropiación del
centro de la ciudad por grupos hegemónicos cuyo interés directo es la
especulación; no es extraño que arquitectos estudiosos de la tradición
arquitectónica, como LeopoldoTorres Balbás, denunciaran esta intervención
urbana. IMÁGENES
El grupo financiero más influyente de la época que
intervino en Madrid procedía de la oligarquía vasca residente en Neguri, que
alcanzará su máximo esplendor con el beneficio obtenido con el comercio del
hierro en el periodo de la primera guerra mundial y que invertirá en grandes
operaciones de infraestructuras e inmobiliarias en Madrid y Barcelona.
Este es el caso madrileño donde el empresario Horacio Echevarrieta, dueño de
minas de hierro, cementeras y astilleros, construyó infraestructuras urbanas como
el metro de Barcelona (1920) y fue el
concesionario y constructor de la Gran Vía madrileña, sustituyendo (1922) al banquero
francés Albert Silver.
Pasado el tiempo, en el primer tercio del siglo XX, otros edificios
denotarán, sin embargo, la influencia
norteamericana, como el edificio Telefónica, obra de Ignacio de Cárdenas
(1925-1929) que fue un hito de altura y tecnología durante mucho tiempo. Otros
siguen, lejos del tradicionalismo, las tendencias del Movimiento Moderno como
el afilado edificio Capitol (1931-1933)
de avanzada tecnología y materiales para la época. También se construye el
viaducto de la calle Segovia, importante obra de ingeniería de F. J. Ferrero y
J. J. Aracil, que resultará un acertado zócalo a la arquitectura madrileña en
el paisaje de la cornisa del Manzanares.
Coincidiendo en el tiempo y de la misma procedencia vasca es
el caso de los ingenieros Miguel
Otamendi, Carlos Mendoza Sáez de Argandoña y González Echarte que construyen el
metro de Madrid y, en consecuencia, revalorizaron un importante extrarradio de
Madrid para inmediatamente construir sobre él la urbanización de Reina Victoria
de mano de La Compañía Metropolitana que ellos mismos fundaron.
Es en 1913 cuando el Banco de Vizcaya, en pleno auge y en vísperas de
la primera contienda mundial, apoya y financia la creación de la Compañía
Metropolitana. A partir de entonces sus actividades son continuas: en 1919 construyen
el metro (se inaugura en 1921 la línea Sol Cuatro Caminos) y son titulares de
la Compañía eléctrica suministradora de energía, entre otras, precisamente, al
metro madrileño; en 1920 están construyendo el entonces gigantesco Titanic y la
urbanización Reina Victoria y en 1923 se inaugura el estadio Metropolitano. La
zona, hasta ese momento con un carácter rural, se urbaniza y construye en base
a edificios de gran volumen y densidad y de viviendas unifamiliares destinadas
a familias procedentes del País Vasco y que los arquitectos cuidaran de
diseñarlas con un estilo rural vasco al modo del tradicional caserío.
Es, como decimos, un verdadero
desembarco del capital financiero vasco en la ciudad de Madrid. El objetivo fundamental
es la obtención de beneficios económicos cuidando, también, estrechar lazos con
la oligarquía vinculada a la administración central y a las clases políticas de
los más diversos signos.
Será en Madrid, donde, por vez
primera[ii](1853), el maestro Iparaguirre interpreta el Gernikako Arbola. Años después
los círculos vascos en Madrid habían extendido su influencia. No lejos se
construyeron varios frontones[iii] como el frontón Central
(1899 Plaza del Carmen) o ya más tarde el Frontón Madrid (1929, Tirso de
Molina). También se conocen los episodios de Horacio Echevarrieta, constructor
de la Gran Vía como hemos visto, protegido de su amigo Indalecio Prieto y cómo su gestionó la liberación de las tropas
españolas presas en Marruecos o de sus actividades empresariales ya en la
posguerra civil
Nos hemos entretenido en estos episodios porque queremos
ilustrar cómo estos grupos hegemónicos sobrepasan estilos arquitectónicos,
ámbitos regionales, ideologías políticas y relaciones sociales siempre para
desarrollar o defender prioritariamente sus propios intereses económicos. Veremos
en capítulos siguientes, cómo también traspasarán el tiempo actuando de igual
forma en situaciones históricas y políticas antagónicas.
[i] En 1910
inauguración oficial del comienzo de obras
[ii] En el
año 1853 en el Café San Luis
[iii] frontón
Beti Jai (1893) o Euskal Jai (1893 Salesas), El frontón Central (1899 Plaza del
Carmen) o ya más tarde el Frontón Madrid (1929) (Tirso de Molina).