LA MOLINERA Y EL CURA
Por Luis Azurmendi
I
- Allí detrás de la canal de la marisma –me dice
Tabolo- está el molino, el de mareas. Allí llevaban las mujeres el maíz a moler.
Tú eso sí lo recordarás. Hoy como ves, esta arruinado.
Hacía calor, no se movía ni una
hoja y a lo lejos se oía “turbon” que amenazaba por los montes de San
Miguel. Apretamos el paso a medida que
la gran nube de plomo se acercaba amenazante. Llegamos a tiempo. Lo sabíamos:
cuando parase aquel viento repentino, rompería la tormenta y el aguacero haría
temblar las hojas de los laureles. La marisma cambió de aspecto: la lluvia
desvaneció todos sus perfiles y el agua perdió sus reflejos. El sabor a sal se apagó
con olores de tierra y hierba mojada.
Había más gente allí, guarnecidos
bajo los restos del antiguo molino. Charlaban
animados sobre tormentas. Entramos y hubo un intercambio de saludos con Tabolo.
Eran dos señoras y un cura.
Yo me quedé mirando las paredes
desnudas y los restos del tejado.
- Era un molino- Me dice la señora mayor como
respondiéndome.
- Este señor sabe mucho de
molinos –dice Tabolo, señalándome.
- ¿Acaso es molinero?- dice la
otra señora. “No, no. ¡Qué va!, - digo- simple aficionado. Por casualidad nací
en un molino. Y ahora me pica…”
- ¡Anda! Pues esta señora- dice
la más joven – nació en este molino. Es la hija de “Lin, el molinero“
II
Algo raro tenía este encuentro: la tormenta, las ruinas del molino, la anciana molinera el pescador y el cura, que no acertaba a cómo intervenir en la conversación.
- ¿Cómo era el molino? -, la pregunté
- De marea, y vivíamos arriba. -responde la molinera-. Teníamos las máquinas aquí abajo y aquí, delante,
algunos animales
Un fuerte trueno nos clavó la
conversación.
- Las tormentas aquí eran malas
–dice la molinera- pero sobre todo cuando la mar se venía y las olas ocupaban el cárcavo y presionaban el suelo hacia arriba. Todo
crujía.
-¿Cómo es eso?
- No sé, pero a veces tuvimos
que subir los animales arriba, porque la ola inundaba hasta las máquinas. Yo
pasaba mucho miedo porque a cada marea se oía el ruido infernal de la turbina
cuando arrancaba. Tuvimos muchas desgracias aquí. Mi padre más adelante
construyó una casa aquí al lado.
El relato de la molinera me
recuerda a mi infancia, cuando de madrugada, nos despertaba un ronco y profundo
silbido. Era cuando, abajo, en el entonces taller del aitona, ponían en marcha
la vieja turbina del molino. Aquel sonido fue utilizado, además, como amenaza
de la presencia de un “mozorro” que habitaba en aquel pozo y que vigilaba que los
niños nos portásemos bien.
III
- En muchos sitios- digo- al cárcavo, donde está la turbina, le llamaban “el infierno”.
- Será por algo- interviene, al
fin, el cura.
- ¿A qué se refiere? O es que
Iglesia tiene algo que ver-. Dice la molinera.
- Bueno, sí. Muchos documentos de
la Iglesia hablan de los molinos. Por un lado eran lugares con mala fama, que
era un mal ejemplo para las buenas costumbres…
- La mala fama la puso la
Iglesia, - dice cortante la molinera- porque, según ustedes, éramos las
molineras las que fácilmente perdíamos la honestidad…hay un libro en casa
que cuenta cómo ustedes prohibieron las reuniones y las compañías en los molinos que
no fuesen marido o hermano. Y la Iglesia, que tenía muchos molinos. ¿Qué hacía?
- Ya, pero los testimonios
vienen de muy atrás, de tiempos remotos que no podemos ni imaginar. Uds. habrán oído
como la rueda de molino era un castigo secular y fuente de martirologio, como
la ejecución de San Florián o lo que cuenta sobre “el molino místico” un estudioso de Mallorca...
- Pues eso, se cuentan…cuentos-
dice ella.
- Son cuentos o leyendas, pero
también fe. Hay que comprender al hombre primitivo, su ignorancia y sus miedos.
En mi tierra corrían leyendas de que el primer molino lo hizo el diablo. Otra,
que San Martin fue quien copió al Basajaun, el señor de los bosques, los
secretos de las semillas del trigo y el maíz... En las Escrituras hay referencias más
serias comparando la transformación de los pecados en virtudes en forma de
harina, la pureza de la harina blanca…
- Pues aquí- replica la molinera
- no había harina blanca. Todo era maíz
y escanda. Osea que de eso nada. Además
en los libros de mi padre, que era picador de piedras de moler,
decía siempre que la Iglesia era cruel,
así en la antiguedad quemó en la hoguera a un molinero llamado Menocchio por hereje.
- Quería decir- alega el cura-
que aquellos castigos, como se dice en el Evangelio, eran para proteger a los
inocentes, como … San Lucas, cuando comenta aquello de arrojar al mar con una piedra de molino al
cuello a quien escandalice a los niños…
-¡Lo que nos faltaba! -exclama la molinera- Pues
tienen Uds. buenos motivos para aplicárselo.
Un tenso silencio ocupa el
molino. Las miradas se pierden en diferentes direcciones. Tabolo, mira hacia
abajo y ve, sumergidas bajo las aguas, varias ruedas de molino. Levanta la
cabeza y, tratando de mediar, dice:
- A ver qué opina nuestro
visitante que sabe mucho de molinos.
- Creo que todas las
religiones –digo-han utilizado los molinos como símbolo Me interesa mucho lo
que comentan pues, de alguna forma, es uno de los motivos de mi viaje. Vengo de
Nendrum, en Irlanda del Norte. - Les cuento cómo allí hemos estudiado el molino de mar más
antiguo que se conoce. Que lo construyeron los monjes de la abadía, que procedían de centroeuropa y que, buscando aislarse del mundo, fueron a lugares tan remotos e inóspitos. Conocían todas las tecnicas de construir molinos, regadios, viveros, que aplicaron en las nuevas tierras. -Sucede que,
aquí, otros monjes, los de la abadía de San Antonio, hace mil años,
construyeron también un molino. Posiblemente este mismo molino, estas ruinas donde estamos pisando, sea aquel molino. Sería uno de los más antiguos de la historia. Por eso estoy aquí, para buscar una antiquisima abadía que en la Cartulario de Puerto aparece nombrado como Garfilios a la que pertenecía el molino.